El día 7 de octubre
de 1930, a las seis horas, treinta y dos minutos y cinco
segundos, el avión Breguet XIX, número 71,
tipo Gran Raid, pilotado por el teniente De Haya y como
observador el jefe de escuadrilla, capitán Rodríguez,
despegaba de la pista del aeródromo de Tablada, tras
recorrer 800 m. Llevaba los depósitos de combustible
al completo, 360 litros de aceite y 500 litros de agua.
A los veinte minutos de vuelo habían alcanzado la
altura prevista de 1.500 m. y sobre la vertical del aeródromo
de Tablada iniciaron el itinerario del circuito largo.
Las noticias que se recibían de los
cronometradores eran altamente satisfactorias, puesto que
indicaban que la velocidad en la primera vuelta era de 182
Km/h., pero ya estaba previsto que en la primera hora bastaba
con esta velocidad, y el superarla hubiera sido comprometer
para las horas sucesivas la vida del motor. En la segunda
vuelta la velocidad media llegó a 192 Km/h., y en
las siguientes pasaron por 197, 200, 211, 214 y ya superada
la velocidad del récord era conveniente conservarla
constante para no aumentar la fatiga del motor.
A las 5 de la tarde habían completado
la octava vuelta al circuito de 250 Km., y en ese momento
cambiaron al circuito corto de 105 Km. Cuando llevaban catorce
horas de vuelo –sobre las 8 de la tarde-, ya con el
motor más desahogado, se forzó la marcha durante
una vuelta, alcanzando la velocidad de 234 Km/h.
A partir de esas horas el aeródromo de Tablada había
adoptado las medidas para el caso de que los aviadores tuvieran
que realizar un aterrizaje nocturno, pero éstos arrojaron
un mensaje sobre el referido aeródromo en el expresaban
que se encontraban sin novedad y que proseguían el
vuelo hasta que se les agotase el combustible.
El capitán Rodríguez Díaz
como se ha indicado, desempeñaba las funciones de
observador, aunque era un habilísimo piloto y en
determinadas ocasiones tomaba los mandos del avión
para que el teniente De Haya pudiese desentumecer sus extremidades,
un tanto adormiladas por la larga inmovilidad. Pero su principal
misión consistía en calcular en todo momento
la velocidad del avión con relación al suelo,
la velocidad media del recorrido efectuado y con estos resultados
proporcionar al teniente De Haya el régimen de motor
más conveniente para sacar el máximo rendimiento.
Hasta las 4 de la mañana del día
8 de octubre – es decir cuando llevaban unas veintidós
horas en el aire -, el vuelo se realizaba con normal monotonía,
pero desde ese momento el cielo empezó a empañarse
e inmediatamente una densa niebla cubrió la mayor
parte del circuito. La navegación tuvo que llevarse
a cabo sin visibilidad, pero tanto el capitán Rodríguez
como el teniente De Haya eran expertos en este sistema.
El capitán Rodríguez iba determinando los
rumbos y el momento del viraje sobre cada vértice
del circuito, de acuerdo con el tiempo de marcha y la velocidad.
No obstante, por precaución, se siguió un
recorrido concéntrico-exterior respecto al circuito
real, con lo cual la velocidad oficial controlada resultaba
algo inferior.
Los comisarios encargados de las cronometraciones,
situados en cada vértice, se dieron cuenta de la
maniobra y permanecieron atentos al periódico paso
del avión. Utrera era el único vértice
del circuito que seguía visible y le permitía
al capitán Rodríguez corregir los pequeños
errores de navegación. Pero la niebla iba aumentando,
amenazando con cubrir totalmente el circuito y si esto ocurría
se podía perder toda referencia con el suelo, con
lo cual hubiese sido imposible mantenerse sobre la ruta
y, por lo tanto, se hubiera malogrado el vuelo al no poder
ser homologado. No obstante, los pilotos consiguieron mantenerse
en la ruta del circuito corto, finalizando la vuelta número
treinta.
A las 7 horas y 32 minutos de la mañana
del día 8 de octubre tomaban tierra felizmente en
el aeródromo de Tablada, después de haber
permanecido en el aire durante veinticinco horas y dieciséis
minutos.
Esperaba a los aviadores en el aeródromo
una comisión del Aero Club de Andalucía, que
junto a los compañeros de destino de aquéllos,
les acogieron y recibieron con gran entusiasmo. Pensaban
que tanto el capitán Rodríguez como el teniente
De Haya descenderían del avión cansados y
agotados, necesitados de un inmediato descanso. Pero la
sorpresa fue general al ver que al bajar del avión
aparecían frescos y optimistas por el triunfo alcanzado,
sin síntomas de fatiga y ansiosos sólo de
fumar, ya que durante las largas horas del vuelo habían
tenido que abstenerse. Altamente satisfechos del resultado
de la prueba, así como del rendimiento del avión
y del motor, sólo pensaban en las posibilidades de
batir un nuevo récord.
Ese mismo día, 8 de octubre, después
de un breve descanso, se procedió a una nueva revisión
del avión, con la colaboración del fiel mecánico
Casiano Ferrer, dedicándose a comprobar el motor
y en general todo el avión. Al día siguiente
se procedió a la limpieza de las válvulas
y a algunos retoques más para dejarlo listo con objeto
de afrontar el nuevo récord que pretendían
batir.
El día 11 de octubre fue la fecha
elegida para la segunda proeza. Se trataba en esta ocasión
de batir el récord de velocidad en circuito cerrado
sobre 2.000 Km., con una carga útil de 500 Kg., que
tenían en su poder los pilotos franceses Paul Codes
y Dieydoneé Costes, desde el 17 de enero de ese mismo
año, con una velocidad media de 214,533 Km/h, en
un avión Breguet Superbidón.
Despegaron igualmente del aeródromo de Tablada, a
las 6 horas, 58 minutos y 22 segundos. Llevaban en los depósitos
de combustible un total de 1.500 litros, 140 de aceite y
500 litros de agua, no utilizable, que representaba la carga
comercial.
Para esta ocasión eligieron el circuito
corto, constituido por el triángulo cuyos vértices
eran Sevilla, Carmona y Utrera, juzgándolo más
adecuado para la distancia que debían recorrer. Al
poco tiempo de iniciado el vuelo apareció el viento,
temible enemigo en los circuitos cerrados si es de dirección
constante, puesto que en los tramos en que es favorable
no llega a compensar los inconvenientes que produce en los
tramos en que su dirección es contraria.
El Capitán Rodríguez se percató
inmediatamente de la aparición del viento y se dedicó
a proporcionar al teniente De Haya el régimen de
motor necesario para poder contrarrestar al viento. Volaron
a una altura media de 750 m., con el motor, en muchas ocasiones,
a pleno régimen, exigiéndole su máxima
potencia. La velocidad con relación al aire era próxima
a 240 km/h.: pero los aviadores no se desanimaron, ya que
el récord de Costes y Codos estaba en 214 km/h. y
era rebasado con amplitud.
Hacia el mediodía dejó de
llover y mejoraron las condiciones de visibilidad, pero
se mantuvo el viento, aunque el vuelo prosiguió de
forma regular, a semejanza del anterior.
A las 16 horas y 42 minutos tomaban tierra
sin novedad, después de haber dado 19 vueltas al
circuito, consiguiendo en el recorrido de estos 2.000 km.
una velocidad media de 220 km/h., como tenían calculado.
Emplearon nueve horas, cuarenta y tres minutos y treinta
y ocho segundos.
Este récord no se batiría
hasta el 7 de septiembre de 1933, por los franceses Doret,
Terrason y Lazarme, en Villacoublay (Francia), volando un
trimotor Dewoitine, con motores Hispano Suiza de 575 CV
y alcanzando una velocidad media de 255,253 km/h.
Los vuelos de estos récords demostraron
que con aviones fabricados en España, en sólo
veinticuatro horas se podían realizar reconocimientos
militares a 2.500 km. de distancia de nuestras bases y que
una cuadrilla podía transportar rápidamente
unas toneladas de explosivos, para bombardear a una 1.000
km. desde cualquiera de nuestros aeródromos.
No ha sido posible localizar el documento
de la Federación Aeronáutica Internacional,
en el que se acredita la homologación de este organismo,
pero en su lugar se cuenta con un escrito fechado el 24
de noviembre de 1930, firmado por el jefe accidental de
Aviación y dirigido al jefe de Grupo Mayor del Servicio
Getafe, en el que se hace constar el reconocimiento oficial
por parte de la FAI de la homologación oficial de
los siguientes récords, conseguidos por el jefe de
escuadrilla, capitán Cipriano Rodríguez Díaz
y el oficial aviador teniente Carlos de Haya González:
- Velocidad sobre 5.000 km. (España).
Sobre avión Breguet, motor Hispano Suiza de 600 HP,
sobre circuito Sevilla-Utrera-Carmona, los días 7
y 8 de octubre de 1930 (208,153 km/h).
- Velocidad sobre 2.000 km. con carga útil de 500
kg. (España), sobre avión Breguet, motor Hispano
Suiza de 600 HP. Aeródromo de Tablada (Sevilla) el
día 11 de octubre de 1930 (220,428 km/h.).
- Velocidad sobre 2.000 km. (sin carga) (220,428 km/h.)
(anexo núm. 10).
Con el reconocimiento oficial por
la FAI se añadía un nuevo récord, puesto
que también se había batido el de circuito
cerrado sobre 2.000 km., sin carga, según lo establecido
en el artículo núm. 93 del Reglamento Deportivo
de dicha federación, que hasta ese momento se encontraba
en posesión del francés F. Lasne, quien lo
alcanzó el 12 de septiembre de 1925, en un avión
Nieuport con motor Hispano Suiza de 500 CV, con una velocidad
media de 218,759 km/h.
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