Fruto del estudio, del gran espíritu
de trabajo y de la capacidad de observación y de
síntesis para convertir ideas simples en soluciones
prácticas y brillantes de nuestro hombre, fue la
creación del Estímetro o Calculador de Vuelo
“Patente Haya”, que en fechas tan tempranas
como el año 1931, era una realidad plasmada en
la Patente Española Nº 123.609 correspondiente
a ese año.
A finales del mismo año en diciembre
de 1931 fue empleado por el Capitán Cipriano Rodríguez
(Cucufate) y el propio autor en su vuelo de Sevilla a
Guinea y con fecha 24 de octubre de 1933, obtuvo la patente
francesa Nº 739.107 que había sido tramitada
por la oficina de patentes Taviera y Botella de Madrid.
En un artículo breve y con términos
y expresiones casi coloquiales, muy típicas de
los aviadores, el propio Carlos de Haya explicaba su calculador
en la Revista Aeronáutica de septiembre de 1935.
“Todo aviador que navegue
a la estima necesita hacer una serie de cálculos
para determinar su situación en el aire conociendo
los rumbos y distancias recorridas. El arte de llevar
bien el rumbo no exige cálculo complicado alguno;
una sencilla suma o resta del desvío que tenga
la brújula en dicho rumbo puede hacerse de memoria
fácilmente; donde efectivamente hay que hacer cálculos
y no pueden hacerse precisamente de memoria, es cuando
se trata de saber la distancia recorrida, o bien la velocidad
que llevamos respecto al suelo, o bien el tiempo que tardaremos
en llegar a un punto determinado. Es decir, hay tres factores
que intervienen en estos cálculos: distancia, velocidad
y tiempo; conociendo dos de ellos podemos saber el tercero
efectuando una regla de tres simple; ahora bien, para
hacer una multiplicación o división nos
vemos obligados a emplear papel y lápiz, cosa que
en el aire da bastante pereza, y hacerlo con la frecuencia
necesaria nos ocupa algún tiempo en ello distrayéndonos
de otras cuestiones que pueden ser importantes; por otra
parte, se está expuesto a cometer algún
error por las condiciones en que se encuentra el aviador
en el aire, con menos atención que en tierra.
Si además estas operaciones las
pretende hacer el piloto, toman ya un carácter
acrobático, pues necesitaría tener muy bien
dispuesto su papel, que lo llenaría rápidamente
de garabatos en vez de números, y pocas cuentas
podrá hacer de esta forma. Finalmente, ¿qué
piloto recordará con desesperación la tragedia
del lápiz, que bien sujeto con una cuerda para
que no se escape, termina indefectiblemente rompiéndose
la punta y con ello da fin a sus problemas ante la imposibilidad
de arreglarlo?
Haya conocía muy bien la tradicional
pereza que ataca a muchos pilotos para el empleo de las
más simples operaciones aritméticas durante
el vuelo. Por eso llega a hablar de la “pereza”
para usar el papel y el lápiz, síndrome
bien conocido por todos los que vuelan en todas las épocas.
“Esta forma de navegar sin
efectuar cálculo alguno que nos permita de un modo
bastante aproximado conocer nuestra situación sobre
el plano, efectuado lo cual sólo nos quedará
compararlo con el terreno para rectificar el pequeño
error que pueda haber, nos obliga, si no queremos perdernos,
a tener que ir constantemente observando y comparando
el terreno con el plano sin descuidarnos un momento; es
decir, necesitamos hacer una navegación observada”.
Se hace necesario lo que él llama
una buena “navegación observada y a la brújula”
para completar la navegación a estima.
“…. Cuando por uno de
los motivos anteriores nos sea necesario saber nuestra
situación exacta, conociendo nuestra velocidad
y tiempo, o conocer nuestra velocidad sabiendo la distancia
recorrida y el tiempo, o bien saber a qué hora
llegaremos a un punto dado conociendo la velocidad y distancia
que queda por recorrer, tenemos que recurrir a los estímetros,
los cuales de un modo mecánico sencillo y rápido,
nos resuelven esos problemas.
Veamos uno de ellos, que ideado por el
autor ha sido utilizado en diversos vuelos, especialmente
en uno de ellos, en el glorioso de Barberán y Collar,
que puede conceptuarse como un verdadero alarde de navegación
a estima y astronómica.
De ahí nace la idea del Calculador,
de los cuales en esa época existían ya varios,
pero una vez más nuestro hombre produce su “huevo
de Colón”, una idea sencillísima y
archi-simplificada en su realización práctica;
la operación y resolución de problemas es
tan sencilla como la simple alineación de un gráfico
con un par de índices, como mucho dos o tres veces
operaciones sucesivas, y la anotación de unos datos.
Veamos:
Este calculador de vuelos o más
propiamente estímetro, está constituido
por una envuelta de aluminio en cuyo interior, arrollada
en dos carretes, se encuentra una larga tira de papel
que contiene:
1. Un ábaco.
2. Una tabla de doble entrada con rumbos y distancias
y
3. Una tabla con horas de orto y ocaso del sol, así
como los días de luna llena.
La tira de papel que contiene dichos gráficos,
se arrolla en dos carretes, que simultáneamente
se hacen girar en uno u otro sentido por medio de una
manecilla de tamaño conveniente para que pueda
ser manejada fácilmente con los gruesos guantes
de vuelo; con gran sencillez se puede fijar el calculador
en el tablero de instrumentos, siendo los números
impresos suficientemente grandes, de forma que el piloto
pueda leerlos cómodamente sin moverse del asiento.
Con la mano izquierda es con la que se
hace girar la manecilla, sin que el piloto tenga necesidad
de soltar la palanca.
Dichas tablas pueden leerse a través
de un ventanal del aparato en cuyos bordes hay dos regletas
de velocidad, una expresada en kilómetros y otra
en millas; ambas sirven de guía a un cursor con
objeto de facilitar algunas operaciones. La tira de papel
es fácilmente desmontable y permite hacer sobre
la misma, anotaciones o añadir nuevos gráficos
que le sean interesantes al piloto.
En esta forma, este instrumento puede
ser para el piloto una especie de memorándum, que
al mismo tiempo que le permite emplearlo como una regla
de cálculo Aéreo, le sirve de recordatorio
de datos (consumo del motor, desviaciones magnéticas,
correcciones al anemómetro, tabla de bombardeo)
que pueden serle interesantes en vuelo y que ha de contribuir
a una perfecta realización de la misión
que le haya sido encomendada.
Con ese bagaje tan elemental se podían
resolver los siguientes problemas, todos ellos en proporción
a las velocidades y consumos de los aeroplanos de la época
pero que cambiando las unidades y magnitudes, siguen siendo
los problemas básicos de la navegación de
hoy, de Concorde y de cualquier aeronave.
Con la Tabla número 1:
1. Cuánto tiempo tardaría
en llegar a un punto conociendo su distancia y la velocidad
real de nuestro aeroplano.
2. Qué velocidad real llevamos, conociendo el tiempo
tardado en recorrer una distancia conocida.
3. A qué distancia nos encontramos de un punto
conocido, sabiendo la velocidad y el tiempo que llevamos
en vuelo.
4. Cuánto tiempo podemos permanecer en el aire,
sabiendo la cantidad de gasolina que llevamos y el consumo
horario de nuestro motor.
5. Cuánto consume nuestro motor, sabiendo que en
un cierto tiempo ha gastado
una cierta cantidad de gasolina.
6. Qué cantidad de gasolina debemos de llevar para
estar un cierto tiempo en vuelo, conociendo el consumo
horario del motor.
7. Qué radio de acción tiene nuestro aeroplano,
conociendo el consumo horario del motor y la velocidad
real.
8. Se pueden transformar millas en kilómetros e
inversamente.
9. Permite conocer rápidamente de las distancias
y rumbos entre gran número de aeródromos
de España.
Con la tabla de orto y ocaso del sol y
fechas de la luna llena: Con toda rapidez se encuentran
esos datos de gran interés para el piloto.
Con la tabla de utilización: Conociendo
el consumo y la velocidad, permite llevar al motor al
régimen óptimo, para ir con el menor gasto
por kilómetro.
Y a renglón seguido pasa a explicar
la resolución de los problemas tipo uno por uno,
con la utilización de las diferentes escalas y
tablas, todas ellas incluidas en la misma tira de papel.
El calculador ofrecía unas posibilidades tan extraordinarias
con un esfuerzo tan mínimo, que se convirtió
en un elemento importante en muchos vuelo de la época:
En 1933 fue empleado por el Capitán Barberán,
un extraordinario navegante, en su vuelo de Sevilla a
La Habana. En el mismo año fue usado en la Vuelta
a España de avionetas por el Capitán Gil
Mendizábal, teniente García Morato, Capitán
Pruleda y por el señor Fernando Flores en cuya
avioneta iba montado y fue utilizado por el propietario
y por el inventor. Fue empleado asimismo por la Escuela
de Observadores de Cuatro Vientos en sus cursos habituales
ya desde el año 1933.
UNA GENEROSA DONACION
Finalmente, en julio de 1935, la
Patente fue ofrecida por el inventor al Arma de Aviación,
así como a la Aeronáutica Naval, que aceptaron
el ofrecimiento y le contestaron con gratitud, como él
mismo explica en oficio dirigido al General Jefe del Aire,
fechado en Sevilla a 6 de noviembre de 1937, cuatro meses
antes de su gloriosa muerte en combate. En ese escrito,
su tono honesto y noble de los momentos solemnes, Haya
expone que el “Calculador de Vuelo” ideado
por él es “de sobra conocido en el Arma de
Aviación, la cual según oficio núm.
214 del 25 de septiembre de 1935, dio las gracias aceptando
el ofrecimiento de la Patente Española número
123.609 año 1931”, reiterando en ese momento
la cesión de sus derechos sobre la misma, ¡honrándome
con que su aceptación sirva de modesto servicio
….”.